Ya llevaba algún tiempo sin construir ningún mueble y tenía el gusanillo bastante activo. La ocasión se presentó con mi sobrinita Lucía. Necesitaba una mesa adecuada a su corta edad en la que empezar a hacer los deberes. Las medidas iniciales para el pedido eran 60 x 60 para el tablero y también 60 de altura.
Así que, visita a la tienda de madera a por el listón de las patas, ya que para el resto reutilizaría algún material sobrante que guardaba de otros trabajos.
Este es el despiece después de cortar los listones, aunque me tomé la libertad de alterar el diseño inicial que me parecía demasiado cuadrado, así que dejé el tablero con una medidas de 60 x 50.
En los travesaños hice unas cajas sobre las que luego irán esas pequeñas clavijas que sujetarán el sobre a la estructura dejando que la madera pueda expandirse y contraerse sin problemas. Posiblemente no sea necesario porque el tamaño es reducido, pero esto para mí no es un trabajo, sino un divertimento, y ya que se hace, prefiero hacerlo bien.
La forma de ensamblar las patas a los travesaños es, como se ve, utilizando una cola de milano deslizante, dejándolo algo descentrado de forma que el travesaño quede luego cerca del borde del listón. Además practiqué un rebaje en el ángulo que queda entre las cajas para luego añadirle un refuerzo a la unión.
Tras hacer los mecanizados fresé todos los cantos de manera que quedaran todos redondeados. Es un mueble para niños y no me gustan las esquinas. Después llegó el encolado, primero las patas de dos en dos.
Y luego los dos pares de patas se encolaron entre sí. Es el problema de no tener más gatos de ese tamaño, pero tampoco hay prisa, como ya dije esto es una diversión y no hay plazos de entrega.
Secado todo el conjunto de patas, tocaba poner el sobre en si sitio.
Y añadir los refuerzos atornillados y encolados, tanto a la pata como a los travesaños.
La mesa recién nacida erguida sobre sus patas.
Tras visitar a mi hermano para ver el color de los muebles de la habitación de Lucía, y compararlos con las muestras de color que llevaba, llegó la primera sorpresa.
- Lucía ¿qué color te gusta más?
- Rrrrrrrojo (... ostras yo sólo había pensado teñirla con algún color de madera...)
Asi que decidido a comprar un esmalte rojo, al final en la tienda me ofrecieron un tinte rojo que ya me dejó más tranquilo. Al final se vería la madera de todas formas.
Así quedó el tinte.
Luego tocaba barnizar. En todos estos trabajos de pintura aproveché para estrenar esta estación de pintura que me regalé para mi cumpleaños. Resulta una herramienta muy fácil de usar y mi miedo a usarla por lo difícil que sería limpiarla tras cada uso resultó ser infundado, prácticamente se limpia sola añadiendo agua al depósito una vez vacío de pintura y haciéndola funcionar así. Otro de los miedos era que pudiera hacer una nube de pintura que terminara manchándolo todo, pero este aparato consigue una gran concentración de la pintura y la nube simplemente no existe.
Eso si, una pequeña protección hay que ponerla siempre. Un cartón procedente de una tienda de bicicletas fue suficiente, teniendo el cuidado de tapar los agujeros de la caja con cinta de carrocero. Y, aunque no se ve, le añadí unos tornillos en las patas de forma que la madera no descansara sobre el cartón para evitar que terminaran pegándose entre sí conforme fuera secando la pintura.
Además el chorro de aire que sale de la máquina es caliente consiguiendo que el secado se acelere.
Como se ve en esta fotografía sólo se ha manchado el cartón, tal como estaba previsto.
Para el cajón mi mujer ha elegido este tirador tan original con forma de oveja, muy adecuado para un mueble infantil.
Y esta es la mesa el día de su entrega en casa del abuelo, aprovechando que nos reuníamos en su casa. Como veis no le ha faltado tiempo a Lucía para empezar a darle uso. Lástima que no disponía de mi cámara y he tenido que hacer la foto con el móvil.