En realidad fue algo muy sencillo y, al final, el invento ha cedido, aunque teniendo
en cuenta que la primera restauración se hizo en junio de 2011, tampoco está mal
que haya aguantado dos años.
En esa ocasión fabriqué un pomo al que le introduje, a golpe de martillo, una
pequeña tuerca que roscaba sobre el pivote roscado de la tapa de la olla. Y es esa
tuerca la que ha terminado por comerse su alojamiento perdiendo así la sujeción.
Así que tocaba una solución más fuerte. Ya que lo que ha fallado es la sujeción de
la tuerca en su alojamiento, es justamente eso lo que hay que corregir. Así que, visita
a la ferretería a por los materiales que veis más abajo: un pomo, una tuerca de embutir
y un tornillo del mismo diámetro que la rosca interior de la tuerca (el trozo de varilla
roscada con dos tuercas que se ve a la derecha es el accesorio que utilizo para introducir
la tuerca de embutir ayudándome con el taladro columna).
Tras hacer un taladro ciego, más o menos en el centro del pomo, se introduce la tuerca lo más vertical posible.
Y eliminamos el tornillito central que tiene la tapa taladrando desde el lado interno. A mi me gusta hacer varias pasadas de taladro, empezando con uno pequeño para ir subiendo a diámetros de broca mayores, hasta conseguir el que se necesita. Así sufre menos la broca y disminuye peligro de enganchar la broca al material, lo que nos puede propinar algún susto.
Esto ya es alta ingeniería. Tenemos la tapa con su agujero, el pomo con su tuerca interna y un tornillo para unirlo todo.
Y este es el resultado final. La olla con su tapa ya puede volver a su trabajo en los fogones por poco más de un euro. Esto seguro que aguanta más de dos años.
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