Rosa, mi mujer, ya lleva tiempo queriendo cambiar los muebles de cocina. Ya casi la tenía convencida para cambiar sólo las puertas que, por supuesto las haría yo, pero uno no siempre es dueño de lo que puede hacer en su vida. Un problema de salud me obligó este verano a quedarme en casa en vacaciones, asi que de perdido al río. En vez de enfrascarme con las puertas que al fin y al cabo iban a ser un remiendo nuevo para algo viejo, nos fuímos al taller de madera donde hago las compras para proyectos grandes,. Entre mi mujer y mi hija eligieron unas puertas y ajustamos un precio aproximado. Un par de días después ya tenía preparado el diseño completo y los módulos que necesitaría.
No voy a colgar fotos del proceso porque montar módulos de cocina en kit no tiene ningún misterio, pero es que tampoco vale la pena ponerse a fabricarlos uno mismo porque el precio no lo merece y ya te vienen mecanizados, con lo que montar el módulo supone 5 minutos mal contados.
Así que dejo algunas fotos del resultado final, por si vuestra moza también anda a vueltas con su cocina y andabas dudando entre hacertelo tú mismo o encargarlo, porque en cuanto al precio no hay color y el resultado creo que no desmerece respecto al de un profesional.
En medio de estos dos módulos me permití una licencia de carpintero y construí un módulo con lejas para poder lucir los tarros de legumbres que desde que nos casamos estaban guardados y merecían mejor lugar en la cocina. Además esto me dio pie a repetir el hueco en la parte de abajo y poder situar en él dos banquetas (y un lugar exento de muebles donde situar algún que otro acople para mis trabajos, como la mesa de fresado, la mesa de la sierra de calar o el tornillo moxon).
Esta es la visión con las dos puertas abiertas. Se podía haber hecho de aglomerado, pero un servidor tiene su corazoncito de carpintero y un poco de madera no le hace daño a nadie. |